miércoles, 9 de agosto de 2017

GLORIA ETERNA COMPAÑERO

Antonio Jiménez, el guerrillero de la retaguardia

Granma recuerda a Antonio Jiménez Tardo (Pedro o Pan Divino) a 50 años de su asesinato en Bolivia
Foto: Archivo
El boliviano Antonio Jiménez (Pedro o Pan Divino) tenía 25 años cuando integró la Guerrilla Ñancahuazú, comandada por el Comandante Ernesto Che Guevara.
Era el 31 de diciembre de 1966 y apenas lo vio, el Che supo que era gente de fiar. No solo resaltaba por su bondad, también por su valor en la retaguardia de la guerrilla, donde fue ubicado.
En el resumen del primer trimestre del año 1967, el jefe guerrillero había anotado que Pan Divino parecía ser:
«Bastante bueno. Ha pasado por la prueba de la caminata y por la de fuego y las dos muy holgadamente. Es un cuadrito en perspectiva»
El 31 de julio de ese mismo año añade: «Aunque la mayoría del tiempo lo ha pasado con Joaquín, su proyección era la de un cuadro en pleno desarrollo». Quienes conocieron al Che jamás dudaron de su sentido de la justicia, pero era bastante parco en elogios.
Sin embargo, la guerra no permitió ver en toda sus potencialidades al joven boliviano, nacido en el poblado de Tarata, en Cochabamba, en 1941. Cayó en una emboscada el 9 de agosto de 1967, con su ametralladora en brazos, en la región de Taperillas, en los montes Iñaó.
La odisea de ese día la contó en su diario su compañero Israel Reyes Zayas (Braulio):
«El día 9 de agosto 67 el ejército nos rodeó y en nuestra retirada mataron a Pedro y ocuparon una 30 que éste llevaba».
Otros testimonios refieren que en su repliegue, la ametralladora calibre 30 manejada por Pedro, cumplió una tarea importante en retardar el avance de las tropas y permitir así el desprendimiento del resto del grupo que consiguió eludir la presión.
El Che supo la noticia 12 días después: «La radio anunció un combate cerca de Monteagudo con el resultado de un muerto de parte nuestra: Antonio Fernández, de Tarata. Se parece bastante al nombre real de Pedro (…).»
Al escuchar el anuncio, los amigos de Pedro escribieron en los muros de la única plaza de Tarata: «Gloria a Antonio Jiménez Tardío. Abajo la bota militar».

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