jueves, 29 de enero de 2015

¿QUE FUE ETA ?

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“Hablar de buenos y malos es un esquema perverso y sin salida”

. “Me corresponsabilizo de lo que hice y de todo lo que hizo ETA mientras yo fui militante”. Tras 22 años en prisión por asesinato, Josean-Magila Fernández, exmiembro de la banda terrorista, ha decidido ahora hacer de la palabra su arma. No reniega de su pasado, pero su prioridad pasa por dar a conocer una realidad que tiene más aristas de las que una visión sesgada transmite. El año pasado participó en un acto sin precedentes en Madrid: un encuentro entre víctimas de ETA y de los GAL en el que se acabó fundiendo en un abrazo con la nieta de Carrero Blanco.
Texto: Juan Luis Gallego.
JOSEANQuiere dejar claro que  habla a título individual, no representa a ningún colectivo ni a ninguna postura ideológica. Es solo su palabra. La de Josean-Magila Fernández, un exmiembro de ETA que, en 1982, participó en el asesinato del empresario Rafael Vega Gil y fue condenado a 28 años de cárcel, de los que cumplió 22 hasta su salida en 2005.
Se reincorporó a la sociedad y ahora participa en charlas y concede entrevistas como esta con las que pretende, no tanto indicar el camino de salida como advertir a quienes deben buscarlo que son varias y diversas las realidades que deben tener en cuenta. Fue lo que intentó defender en Madrid el 11 de abril de 2014, en la parroquia San Carlos Borromeo, del barrio de Entrevías, en un encuentro entre víctimas de ETA y los GAL impulsado por el actor Carlos Olalla.
Teníamos dudas en Números Rojos sobre la oportunidad de publicar una entrevista con un antiguo miembro de ETA. Uno corre el peligro de que lo etiqueten…
Es algo normal en la medida en que, en el Estado español, los medios de información tienen una influencia enorme en la sociedad y está muy condicionado todo lo que tenga que ver con una persona relacionada con ETA. Es totalmente entendible, porque puede traer consecuencias, por ejemplo, a efectos de intoxicación, como está ocurriendo ahora con la iniciativa Podemos.
¿Cómo y cuándo diste el paso de empezar a participar en charlas, a hacer activismo a favor de la paz a través de la palabra?
Fue de forma improvisada. Yo pertenecía a un colectivo que se dedicaba a la lucha en favor de los derechos humanos y la aplicación de la legislación vigente a las personas presas (Herrira), y me llamaron para dar una charla en un pueblo de Álava a nivel individual como ex preso político. Esa charla tuvo cierto eco, se enteró Carlos Olalla, y a partir de ahí se proyectó un deseo de hacer más cosas por entender que podría contribuir un poco a lo que llamamos reconciliación, convivencia o paz en el País Vasco. Ha sido una cosa improvisada, en la que he coincidido con Rosa Rodero, viuda del ertzaina Joseba Goicoetxea, que murió como consecuencia de una acción de ETA.
¿Por qué hace falta esto? Es decir, también parece legítimo pensar que porque ETA haya dejado de matar los demás no tenemos que hacer nada a cambio.
En el acto de Entrevías, se produjo un hecho muy significativo y es que, tras las entrevistas que concedimos, nos dijeron todos: “Es la primera vez que oímos a un vasco hablar en estos términos”. ¿Qué quiero decir? Que en el Estado español, desgraciadamente, hay una información sesgada y parcial de lo que ha ocurrido en el País Vasco en estos años. Evidentemente, ha habido violencia, pero una violencia multilateral, que tiene consecuencias de diferentes colores, y entre las que me incluyo yo, que se me han violado mis derechos, he sido preso, he sido torturado, etc. Estamos muy condicionados por factores externos a todo lo que interesa a un ciudadano normal, que lo que quiere es que no haya más dolor, más sufrimiento, y esta es la clave en la que esto se tendría que entender.
¿Rechazas, por tanto, que se pueda hablar de malos y buenos, y en el futuro de vencedores y vencidos?
Ese es un esquema que no nos lleva a ningún sitio, un esquema perverso en el que, si se entra, no tiene salida. Aquí no solo ha habido un bueno y un malo, sino muchos buenos y muchos malos. No ha existido solo ETA y ha hecho daño, sino que también ha existido y existe un Estado, grupos parapoliciales, torturas… No hay una parte buena y una parte mala, hay muchas partes que se han visto afectadas por este conflicto y que no tienen que ver nada ni con ETA ni con el Estado.
¿Cuál debería ser, en tu opinión, el escenario final de un proceso de paz?
Lo único que pretendo es que se conozca que existen otras víctimas que no están articuladas en ninguna asociación y que también deben ser tenidas en cuenta. También expongo que yo he sido una persona detenida, torturada, que en prisión se han vulnerado mis derechos… y que esa es otra verdad que también existe en este país y que no se contempla. No entro a valorar en qué términos y de qué manera se tiene que llegar a una resolución, sino que para la resolución se deben de tener en cuenta todas las verdades existentes en el País Vasco, la de los malos, la de los buenos, la de los de al lado, la de los de derechas y las de los de izquierdas.
Hablas de ti como víctima, pero tú también fuiste causante de dolor.
Sí, sin duda. Y yo reconozco la parte que me corresponde, evidentemente. Es más, siempre mantengo que yo soy corresponsable de todas las acciones que se han realizado mientras he permanecido en ETA.
¿Eres un etarra arrepentido, te identificas con esa etiqueta?
No, bajo ningún concepto. Es un concepto que en absoluto contribuye a que las cosas se solucionen. Lo que uno ha hecho en su pasado está hecho y yo reconozco que he generado un dolor y tiene que haber una reparación, cómo no, a esas personas que han padecido las consecuencias de mis acciones. Pero esto no supone en absoluto que uno se tenga que enrocar en si se arrepiente o si pide perdón, porque, aunque se presente políticamente como un factor imprescindible, no contribuye en absoluto a solucionar la situación.
¿Cuál es esa reparación de la que hablas?
No sé cómo se solucionará eso en su momento. Yo no estoy aquí para que se repare el dolor que se me ha causado a mí. Las tres veces que se me ha torturado…, lo que pasé no hay manera de repararlo. Porque me den dos millones o una institución diga que está en contra de la tortura, lo que me han hecho hecho está. Lo que yo no voy a hacer, y me parece una utilización inadecuada por parte de quien lo haga, es utilizar mi dolor para condicionar un futuro mejor.
Una de esas realidades que tratas de dar a conocer es la de las cárceles, a partir de tu experiencia. ¿Cómo es?
Es un sistema que en absoluto persigue la reinserción social, como dice la Constitución, pero no solo en el caso de las personas que están en prisión por motivaciones políticas, sino de todas. Aunque en el caso de los primeros, lo que se pretende es destrozarte psicológicamente para luego utilizarte políticamente. Es decir, te quieren eliminar como persona y luego utilizarte para sus intereses. Yo he estado muchísimos años en aislamiento, negándoseme mis derechos a comunicación, con las comunicaciones intervenidas, con regímenes estrictamente militares donde te obligan a ponerte de pie, donde te desnudan, donde te gritan, etcétera.
¿Qué has aprendido de tus contactos con otras víctimas, como Rosa Rodero o incluso la nieta de Carrero Blanco, que estaba entre el público del acto de Entrevías?
Que es imprescindible, aunque este es un principio que yo tenía asimilado hace tiempo, para solucionar las cosas, cualquier tipo de situación, la comunicación entre las partes implicadas, que se escuchen y lleguen a un mínimo de síntesis para entenderse. En la parroquia pasó algo muy hermoso, que la mayoría de las personas que nos interpelaron lo hicieron con el mayor de los respetos, interesadas por nuestras reflexiones, y ahí se generó sin buscarlo una especie de empatía o sintonía que es lo que hemos de buscar: por encima de lo que hemos pasado, intentar generar una situación nueva que todos más o menos podamos aceptar y que evite que se den situaciones como las que hemos pasado.
El protagonismo de las víctimas en este proceso que hablas está claro, pero ¿qué papel reservamos a los políticos?
Yo no voy a decir qué les corresponde, pero sí les digo que tienen que ser gestores de todas las verdades existentes. No se puede gestionar de una manera interesada, de una manera política, como hacen los políticos profesionales, una situación de esta magnitud, sino que se debe buscar un final fundamentado sobre todas las verdades que, como digo, no son solo las que se proyectan habitualmente.
¿Cómo es tu vida en el día a día? ¿Te encontraste al salir una sociedad diferente?
Me integré muy rápido a la vida social. De hecho, a los tres meses entré a trabajar, y no he tenido problemas. Tampoco de comunicación social, me he comunicado con todas las personas de todas las ideologías, no he sentido ningún tipo de rechazo, simplemente me han tratado como a un ciudadano más.
¿Tampoco has encontrado rechazo en el mundo ‘abertzale’?
No al menos en relación a los que han hablado conmigo. Habrá opiniones y percepciones diferentes porque es un discurso que normalmente no se ha trasladado de una manera pública, y habrá gente que pueda entender que no es el momento. Pero es totalmente legítimo, igual que en el Estado tengan un concepto de lo que me ocurre a mí que no se corresponde con la realidad, pero la opinión es libre y legítima y debemos estar preparados para eso.
LAS VÍCTIMAS DE LA DISPERSIÓN
La política de dispersión de presos de ETA ha sido utilizada durante años como instrumento de la lucha antiterrorista para resquebrajar la unidad del grupo y dificultar la transmisión de consignas por parte de la banda. “No ha tenido ninguna eficacia y a los resultados me remito”, dice Josean-Magila, que señala como único fruto los acogidos a la reinserción a través de la llamada “vía Nanclares”.
“Lo que ha logrado -añade- es generar más daño y más sufrimiento y más muerte. En lo que llevamos de dispersión ha habido ya 16 personas muertas en las carreteras en desplazamientos a las cárceles… Añadir una carga a los familiares. Porque al preso le da igual estar en un sitio que en otro, porque en definitiva son cárceles. A la que maltratan es a la persona que tiene que desplazarse a las prisiones, sea amigo o amiga o familiar o lo que sea”.
A su juicio, cálculos electores impiden a los gobiernos poner fin a esta situación, a pesar de que en el País Vasco “casi de forma unánime y en el Estado español quiero pensar que también en un porcentaje considerable, están en contra de esta violación de derechos humanos”.

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